Se define como Salvador del Universo a todo vecino varón de entre 18 y 60 años que aparece al rescate en cuanto hay algún problema técnico. Dentro de esta categoría hay dos subclases: los MacGuiver, que realmente saben lo que hacen y son útiles (ya lo decía mi abuela, Dios dé un MacGuiver en casa, aunque sea sin orejas) y los Atila, que arrasan con todo a su paso y son capaces de encarecer el coste de la reparación varios miles de euros por cada minuto que pasan cerca del problema.
Sus equivalentes femeninos son las Hijas de Ford, también en dos subclases: Chaperonas, que realmente saben hacia qué lado afloja un destornillador, y Profetisas inversas, que se encargan de dar órdenes más o menos afortunadas a los Salvadores del Universo y a las Chaperonas.
Las relaciones entre estos grupos son más o menos complejas, pero los mayores roces aparecen entre las Profetisas inversas y los Atila. El Atila ignorará las sugerencias (habitualmente tardías, obvias y molestas) de la Pofetisa inversa, y la reparación acabará en catástrofe. La Profetisa, al sentirse desdeñada, utilizará su frase mágica, cuatro palabras de gran poder, capaces de convertir a un hombre en un asesino: "ya te lo advertí".
Las Chaperonas son el grupo menos poblado de todos los anteriores. Su relación con los MacGuiver es cordial, pues estos se ven gratamente sorprendidos tras ponerlas a prueba. Sin embargo, los Atila las desdeñan sistemáticamente (probablemente confundiéndolas con Profetisas inversas). Y como todo el mundo sabe, no hay nada más peligroso que una mujer desdeñada. Las Chaperonas entran en modo "la venganza se sirve fría", y dejan bien claro lo que creen que hay que hacer. Se retiran, y esperan a que lleguen los profesionales. La sonrisa que esbozan cuando se confirma que el curso de acción sugerido por ellas es el adecuado rezuma tanta crueldad y satisfacción que ningún Atila se atreve a cruzar su mirada con ellas ni en ese momento, ni cuando, por azar, se las encuentran al bajar la basura.